Cada emoción activa una cascada neuroquímica. Dopamina, serotonina, oxitocina, cortisol, entre otras, influyen directamente en nuestro estado físico, cognitivo y emocional. Comprender qué químicos predominan en cada emoción permite diseñar prácticas de regulación emocional basadas en ciencia.
Las emociones afectan órganos específicos como el corazón, intestino, pulmones o sistema nervioso central. Estos órganos están modulados por receptores como los 5-HT (serotonina), GR (cortisol), D2 (dopamina). Saber esto nos permite enfocar la salud desde la emoción.
La música, los olores y los colores modulan el sistema límbico, el nervio vago y regiones emocionales del cerebro. Estas herramientas sensoriales permiten inducir o transformar estados emocionales, siendo útiles para activar neurotransmisores específicos y reprogramar hábitos.
Investigaciones como las de Bruce Lipton y Joe Dispenza demuestran que las emociones afectan la expresión genética (epigenética). Estados emocionales sostenidos pueden activar o desactivar genes, influir en la regeneración celular, y moldear la salud mental, inmunológica y hormonal.
La neurociencia afectiva, la teoría polivagal (Porges), la psicoinmunología y la epigenética apoyan la idea de que emoción, cuerpo y mente están profundamente integrados. Las prácticas corporales, respiratorias y sensoriales permiten intervenir conscientemente en esta red para generar bienestar.